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Que momento tan complejo para hablar de éste país tan bello, en el que parecen encontrarse dos verdades totalmente contrapuestas, y los destinos de una joven nación, atrapados en medio. En medio de la discordia, de la impotencia, de la indiferencia de muchos y la exageración de tantos otros,
que caen en una espiral enfermiza que no les permite ver más allá de sus narices.

Como Venezolanos hemos crecido siempre con la idea de que somos inmensamente ricos en potencialidades, pero no terminamos de dar el paso que nos permita comenzar a transformar éste carbón en el diamante que soñamos que sea.

Tal y como si fuésemos «hijos de padres ricos», siempre tuvimos esa sensación de que las reservas Petroleras nos garantizarían un futuro próspero, pero la mala administración nunca nos ha permitido vivir una evolución como si la han sabido aprovechar otros países petroleros, y también países vecinos, quienes no cuentan con ese recurso tan ansiado.

Definitivamente no es momento de pensar que habría pasado si esto o lo otro… Ni tampoco pretender buscar culpables en medio de ésta especie de trampa ideológica, en la que hemos caído y nos mantiene en una misma barca, remando en dos sentidos opuestos, y la nave atracada.

Éste es momento de sacar a flote esa sangre guerrera de nuestros antecesores, pero no para armar una batalla armada, sino para enfundar nuestra mayor fortaleza: esa sangre Venezolana que ruge como el Orinoco, que reta la gravedad como el salto Ángel, que congela los momentos hermosos como el Pico Bolívar, que retumba de poder como la brisa en Cabo San Román, que sorprende por su grandeza como los inmensos llanos, que combina serenidad con poderío como las interminables costas caribeñas, o que simplemente ENAMORAN, como cautiva su gente con su calor humano y trato fraterno.

Es tiempo ya, de asumir cada quien nuestro grado de responsabilidad, dejar de pretender culpar a unos o a otros, y entender que cada uno de nosotros debemos ser los únicos protagonistas de nuestras historias de vida, que no hay «mal que dure mil años», y que «no hay mal que por bien no venga».

Así que desecha cualquier sentimiento de derrota o tristeza, decepción o impotencia, porque cada uno de nosotros desde nuestro «metro cuadrado» tenemos una tarea por cumplir, y sólo despegaremos ésta Nave, si todos remamos juntos en un mismo sentido y a la misma velocidad.

No permitas que el fanatismo o simplemente el orgullo de no asumir que te has equivocado en decisiones anteriores, te sirvan como una pañuelo que impida ver tu entorno y lo que realmente estas viviendo.

Indiferentemente de tus creencias o inclinaciones políticas, todos queremos y soñamos con un PAÍS MEJOR, un país en el que quepamos todos, en el que respiremos LIBERTAD y PROSPERIDAD, en el que volvamos a competir con el resto del mundo en lo positivo, en el que consigamos todo lo que busquemos y te sientas seguro de caminar por nuestras hermosas e iluminadas calles, pero sobre todo en el que se puedan reencontrar tantas familias separadas.

Así que es hora de comenzar a entendernos, conversar sin pretender convencer a los demás, sino simplemente con la intención de exponer tu punto de vista y así poder pensar realmente en el bien común. Es hora de defender desde tu trinchera LA DEMOCRACIA, que nos permita contarnos en todo momento y así evitar que algún grupito quiera imponerse a la fuerza, a la mayoría de tus hermanos.

Pronto renacerá un nuevo amanecer maravilloso, como nuestra Bandera tricolor y brillará hasta en lo más oscuro, como brilla nuestro Catatumbo. Pero para eso, se necesita de ti y de mi. Es hoy, el ayer ya pasó y lo mejor está por venir MI AMADA VENEZUELA.

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