Si supieras el poder que tiene el lenguaje te comunicarías totalmente diferente a la forma como lo haces hasta ahora. Quizás uno de los errores más comunes es que, ya que nuestro mensaje es expulsado por nuestros labios hacia el exterior, comúnmente se considera que los receptores se encuentran fuera de nosotros, sin tomar en cuenta que el primer y principal receptor de nuestros mensajes, somos nosotros mismos.
Vivimos en una sociedad en la que culturalmente hemos adoptado una gran cantidad de refranes y adicionalmente crecemos desarrollando la habilidad de conjugarlos prácticamente en cualquiera contexto, endosándoles una especie de poder supremo, mediante el cual, todos asumimos que siempre se cumplen.
Si a eso le sumamos la carga emocional, relacionada al hecho de que, regularmente aprendemos dichos refranes de alguien a quien admiramos y consideramos una figura de autoridad en nuestras vidas, bien sea papá o mamá, abuelo o abuela, o simplemente ese adulto admirado de quien creemos que posee una sabiduría infinita adquirida por el arte de transitar la «Universidad de la vida». El resultado es un caldo primitivo para una sociedad condenada a repetir errores del pasado.
Adicionalmente, es sencillo inferir que en una sociedad, de población mayormente joven, atravesando una de las crisis más profundas de carencias educativas, y distorsiones morales, es importante alertar que, o se realiza un giro drástico en nuestra cultura colectiva o las próximas generaciones, lejos de evolucionar, seguirán copiando malos ejemplos y vicios de la actualidad.
Es por ello, que en este sencillo ensayo me aventuro a tomar aleatoriamente algunos refranes popular, y aplicando herramientas de la Programación Neurolingüistica, analizo el problema del cual hablamos anteriormente.
Por ejemplo, el refrán «a caballo regala`o no se le mira colmillo», nos lleva a nuestra más lejana infancia y nos muestra como esa frase poderosa se convirtió en un juicio adquirido prácticamente por todos los Venezolanos, en el que renunciamos voluntariamente a nuestro más legítimo derecho de decidir que recibir, y que no; que valorar y que no.
Por ello no debería impresionarnos cuando una parte de la población Venezolana recibe con inmenso agrado cualquier tipo de regalía, sin importar la utilidad ni mucho menos su calidad.
Otro dicho popular como: «de tal palo, tal astilla» básicamente es una declaración de juicio a priori, en el que cada generación, lejos de buscar superar a la anterior, simplemente intenta continuar con la actividad que realizaron sus antecesores.
Otra expresión muy utilizada en nuestra sociedad es: «Hay que arroparse hasta donde llegue la cobija», frase muy poderosa que invita a un profundo conformismo, colocando techos de forma anticipadas a la capacidad intrínseca del ser humano de asumir cada objetivo personal como un reto a superarse y obtener mejores resultados a los obtenidos hasta entonces.
Por último, «árbol que nace torcido, nadie lo endereza» es una frase con una carga negativa muy poderosa, en la que se resta el infinito potencial del ser humano a superar las adversidades y aprender de las caídas, para evitar cometer el mismo error, una y otra vez.
Mi intención con éstas líneas, espero que además de la gracia que puede causar dicho análisis, espero que sea una forma de concientizar sobre la importancia que tiene nuestro lenguaje y el poder que recae sobre cada uno de nosotros, no sólo lo que escuchamos de terceras personas, sino especialmente, lo que escuchamos de nosotros mismos.
Cuida tu lenguaje y sólo así cuidaras la forma de comunicarte contigo mismo y con el mundo exterior.
Para cualquier consulta adicional pueden citar el libro: «Encuentro con tu Destino» @Luis_Thielen